LEYENDAS MEXICANAS


Conocer las leyendas de un pueblo es conocer en gran parte su cultura, pues en las leyendas pueden observarse los intereses, el folclor, los valores o incluso los miedos del grupo de personas que las comparten. En México, esta tradición vocal desciende desde la época prehispánica.
En esa época el relato oral era el método preferido para compartir el conocimiento sobre la historia y el origen de algunas tradiciones. En cambio, durante la época virreinal —con la llegada del catolicismo— comenzó la tradición de las leyendas sobre milagros o espectros de ultratumba.
Con el paso del tiempo, esta costumbre se empleó para difundir sucesos cotidianos misteriosos, naciendo así la leyenda urbana que se comparte también de orador en orador. La siguiente es una lista de leyendas mexicanas, segmentadas según su origen histórico.
Lista de las leyendas cortas más conocidas en México
La isla de las muñecas


En el turístico canal de Xochimilco, en la ciudad de México, se encuentra un paraje totalmente cubierto por miles de muñecas. El dueño del área, Don Julián, las colocó en toda la isla para ahuyentar el espíritu de una niña, quien murió ahogada entre los lirios y le acechaba por las noches.
Con el tiempo el lugar atrajo a un gran número de visitantes, quienes llevaban a Don Julián más muñecas para su protección. Al envejecer, Don Julián contaba que una sirena del río lo visitaba desde hace tiempo para llevárselo. Cuando el hombre murió de un paro cardíaco, su cuerpo fue encontrado junto al agua.
La planchada






Hace tiempo, en el hospital Juárez de la Ciudad de México trabajaba Eulalia, una amable y paciente enfermera. Todos la reconocían por su buena actitud, sus cuidados y su ropa impecable y siempre bien planchada.
En el hospital se enamoró de un doctor, con quien prometió casarse; sin embargo, él nunca le dijo que ya estaba comprometido. Tras la decepción, Eulalia enfermó, descuidó a sus pacientes y finalmente murió.
Miles de dolientes de la ciudad han asegurado haber sido atendidos por la enfermera, quien ahora vaga por el hospital como alma en pena, cuidando de los pacientes que la necesiten.
El charro negro


La leyenda cuenta que en las noches, junto a los caminos en los pueblos, suele aparecerse un hombre vestido de charro montado sobre un bello caballo negro. Si se es amable con él y se le permite que te acompañe a tu casa, este te dejará en paz y continuará su camino.
Sin embargo, en una ocasión Adela, una joven despreocupada, se lo encontró mientras vagaba. Para aligerar el paso, le pidió al hombre que la subiera al caballo. Cuando se montó, el caballo aumentó su tamaño y se prendió en llamas; el charro desveló su identidad: se trataba del diablo.
Al escuchar los gritos de la joven, los vecinos salieron pero no pudieron hacer nada y la vieron quemarse ante sus ojos. Ella ahora era propiedad del diablo, quien se la llevó mientras ardía.
El chupacabras

A mediados de la década de los 90, un grupo de campesinos mexicanos entró en pánico; en las noches una criatura extraña atacaba el ganado, succionándole la sangre de cabras y vacas por igual. Todos los animales contaban con las mismas características: una mordedura en el cuello.
El pánico fue tal que biólogos estadounidenses comenzaron una investigación al respecto. Concluyeron que no había especie animal que contara con las características del supuesto chupacabras y que probablemente se trataba de un coyote; sin embargo, existen cientos de fotografías y videos de la criatura extraña que aún no han podido ser explicados.
La leyenda de los volcanes

En épocas del poderoso Imperio azteca, sus pueblos vecinos eran sometidos a pagar tributo. Los tlaxcaltecas, grandes enemigos de los aztecas, estaban hartos de esta situación y decidieron alzarse en armas.
Popocatépetl, uno de los grandes guerreros tlaxcaltecas, decidió pedir la mano de su amada Iztaccíhuatl, la bella hija de un gran cacique. El padre aceptó, y si él volvía victorioso de la batalla se llevaría a cabo la boda.
Durante la ausencia de Popocatépetl, un hombre celoso anunció falsamente a la dama que su amado había fallecido; tras unos días, Iztaccíhuatl murió de tristeza. Cuando el guerrero volvió victorioso fue recibido con la trágica noticia.
Para honrar su memoria, unió 10 cerros y acostó a su amada en la cima; él llevaría consigo una antorcha y la resguardaría eternamente. Esta leyenda cuenta el origen de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl –la mujer dormida–, que permanecieron juntos para siempre.
La flor de Cempasúchil

La historia de Xóchitl y Huitzilin, dos jóvenes aztecas enamorados, comenzó desde su infancia, cuando ambos solían escalar los cerros y ofrecer flores a Tonatiuh, el dios del sol. Al llegar a edad, Huitzilin debió cumplir sus deberes de guerrero y abandonar su pueblo para combatir.
Desgraciadamente, el joven murió en batalla. Al enterarse de esto, Xóchitl subió a una montaña y rogó a Tonatiuh que les permitiera estar juntos. Entonces, el dios del sol lanzó un rayo sobre ella, convirtiéndola en una hermosa flor de color naranja brillante.
Huitzilin, en forma de colibrí, se acercaría a besar a Xóchitl convertida en flor. Este es el origen de la flor de cempasúchil, utilizada en la tradición prehispánica para guiar a los muertos al mundo de los vivos.
La llorona

Quizá la leyenda mexicana más popular. Habla de una mujer mestiza que tuvo 3 hijos con un importante caballero español fuera del matrimonio. Tras años de pedirle que formalizaran su relación, la mujer supo que el caballero se había unido con una dama española de clase alta.
Como venganza, la mujer mestiza llevó a sus hijos al río para ahogarlos; después, ella tomó su propia vida debido a la culpa. Su alma penaría por las calles de la ciudad durante toda la eternidad, gritando arrepentida por haber matado a sus hijos.
 La fundación de Tenochtitlán
Tenochtitlan, fundada por los mexicas.

Aproximadamente durante el siglo VI, los pobladores de Aztlán –hoy al norte de México– abandonaron su tierra y comenzaron una enorme peregrinación encomendada por Huitzilopochtil, su deidad principal, en búsqueda de la tierra prometida.
Para saber que estaban en el lugar indicado, Huitzilopochtli les enviaría una señal: un águila real parada sobre un gran nopal devorando una serpiente. Al ver esta visión, los aztecas comenzaron la construcción de la gran ciudad que llevaría por nombre Tenochtitlán.
Tal como Huitzilopochtli había prometido, el área era bondadosa, pues su abundante agua les brindaba ventajas económicas e incluso militares. El Imperio azteca sería poderoso y dominaría gran parte de Mesoamérica.
En la actualidad, esta visión del águila sobre el nopal se encuentra plasmada en el escudo de la bandera de México.





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